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La apertura de la conciencia

 La apertura de la conciencia

Por Soleika Llop

Savia 3


¿Qué se esconde detrás de estos términos tan manidos, de casi obligada mención en cuanto uno se refiere a la Nueva Era y al cambio de paradigmas? A veces, perdidos en el laberinto de las palabras rimbombantes, preocupados por estar al día en los nuevos léxicos, quienes emplean estos términos no profundizan demasiado en su verdadero significado. Y no son pocos los profesionales alternativos que, espoleados en ocasiones por su Ego personal y en otras por un sincero deseo de comunicar lo que creen haber comprendido, siembran más confusión que claridad con sus discursos o escritos.

La pregunta que surge de forma casi automática cuando uno empieza a abrir sus entendederas, cuando ya no se contenta con formar parte del decorado de la vida, con ser un figurante de segunda es: ¿cómo se logra eso de la apertura de la conciencia? ¿Qué hay que hacer para pertenecer a la nueva ola, para no quedarse atrás, para penetrar en esa Era acuariana de la que tanto se habla? ¿Es obligado izar las velas con rumbo a la India o al Tíbet, graduarse en Física Cuántica, apuntarse a un curso de meditación trascendental, hacerse vegetariano, asistir a todas las charlas y conferencias que se celebren sobre estos temas, abandonar toda actividad lucrativa e irse al monte a vivir como un · ermitaño, apuntarse al "anti-yuppismo", raparse el pelo, vestir con u na túnica y recorrer las calles cantando alabanzas al Señor? Sin duda, todas estas opciones pueden ser válidas, siempre que sean consideradas como parte de un proceso, no corno un fin en sí mismas. El problema (léase estancamiento) surge cuando las personas sucumben a la magia de las palabras sin llegar a comprender su significado profundo. Y ello ocurre en no pocas ocasiones en el transcurso de la numerosísimas conferencias o escritos que abordan estos temas. Muchas veces el oyente (o el lector) sale de ellas con la sensación de que ha dado con gente muy preparada, con un importante bagaje intelectual a cuestas o con un envidiable manejo de la palabra, pero de vuelta a su cotidianeidad, este oyente sigue con sus mismos problemas, con sus mismas dudas. ¿De qué le sirve pues empaparse de conceptos avanzados, vanguardistas y maravillosos si éstos no han logrado traspasar la barrera de su realidad? Y si no lo logran es sin duda porque el conferenciante habla desde la cátedra de un saber teórico, que no ha vivido en sus carnes, o que no ha comprendido del todo. 

Dicen algunos maestros que uno de los problemas más acuciantes del hombre actual es su poca capacidad para saber escuchar, ni a los demás, ni a sí mismo, y ahí radica la autentica apertura de conciencia y no en someter al sufrido intelecto a un empacho de datos y conceptos rimbombantes. El verdadero maestro, aquel que no nos cobrará nunca nada por enseñarnos, ni exigirá que le rindamos honores, que le aplaudamos o que reneguemos de nuestra familia para seguirle, está en nuestro interior, es el ego Superior, la parte trascendente de nuestra personalidad; la velita que se encendió gracias a la gran llama, la chispa que surgió del gran fuego, o sea del Creador. Como decía Kabaleb, es nuestro "Dios Interno", algo así como el embajador plenipotenciario del Ser supremo, con sede en nuestra entidad humana. Si concebimos al hombre como un gran edificio, el ego Superior se situaría en la azotea, que albergaría los despachos de los "directivos", mientras que la personalidad material estaría en la planta baja, donde mora el personal de base. Una esfera se comunica con la otra a través de los sueños y de la intuición, pero cuando la "azotea" no logra hacerse entender (que es lo que ocurre en la mayoría de los casos), lo que hace es habla a través de las anécdotas de la vida cotidiana. Entonces el "equipo directivo" diseña, en colaboración con los ángeles - los cuales ejercen un papel de intercomunicador, llevan los mensajes de arriba abajo una serie de circunstancias que el ser humano tendrá que vivir. 

En este sentido, la autentica y verdadera apertura de conciencia consistiría en saber captar estos mensajes antes de que lleguen a materializarse en la planta baja. O bien, también puede consistir en comprender el sentido profundo de cada anécdota, si no se ha logrado evitarla. Y esta comprensión puede resultar muy útil porque si captamos la enseñanza que se esconde detrás de una vivencia dolorosa, podremos evitar que se vuelva a producir en el futuro, al modificar nuestra actitud en el sentido requerido. Claro que para ello es necesario estudiar el idioma en el que se expresa el equipo directivo, que es el lenguaje de los símbolos. 

Un ejemplo despejará todas las dudas. Supongamos que una persona está atravesando un conflicto de tipo emotivo que la está perjudicando seriamente a ella o a terceras personas. En este caso, el Ego Superior intentará advertir a su contrapartida física mediante el proceso onírico que sus emociones le están haciendo correr cierto peligro. Y como en Astrología emoción es sinónimo de Agua, la persona puede soñar con situaciones de peligro o de engorro relacionadas con el agua. Pero si la personalidad material hace oídos sordos a estos mensajes, o sea si no recuerda lo soñado; o bien si, aún guardando el recuerdo de las imágenes oníricas, no sabe interpretarlas o no les concede la menor importancia, entonces el Ego Superior elaborará otra estrategia con sus ayudantes angélicos para lograr que las imágenes mencionadas se transformen en algo palpable, en algo real. Tener la conciencia abierta es autorresponsabilizarse de la propia vida, es saber descifrar adecuadamente todos los mensajes que nos transmite el "equipo directivo" desde la azotea a través de las anécdotas; es saber responder con sabiduría y con amor a todos los embates de la existencia. Desde luego, no es contentarse con una mera aproximación cultural que sirve de barniz en las reuniones mundanas, pero que no es operativa.


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