¿Se acaba el mundo pasado mañana?
Por Soleika Llop
En este fin de Era se están multiplicando como hongos los "canalizadores" de mensajes del astral que amenazan al personal con un final inminente y catastrófico para nuestro amado planeta. Los buenos, o sea las personas que poseen un alto nivel de conciencia, serán evacuados a otros planetas - dicen algunos- y los demás, los que forman el pelotón de los rezagados, lo pasarán muy mal, serán aniquilados. Tal vez sea lo que ocurra en el final de los tiempos, cuando al ser humano le haya sido concedido el margen suficiente como para haber alcanzado su total madurez. Pero, en opinión de los grandes iniciados nos encontraríamos en la mitad de nuestra evolución. De acuerdo con este cómputo, dispondríamos aún de tanto tiempo como el transcurrido desde que Adán y Eva probaron la manzana. Entonces ¿A qué vienen tantas prisas?, tantas amenazas de destrucción? Y sobre todo ¿de dónde vienen? Las personas que canalizan este tipo de mensajes aducen que conectan con seres de luz, con inteligencias superiores que están en posesión de la verdad, o de buena parte de ella, al menos en los que al destino de la humanidad se refiere. Y para eliminar cualquier rastro de duda por parte de los "médiums" que han escogido, estos "seres de luz" les aportan toda clase de datos sobre su pasado, su presente y su futuro.
Quienes conocen los entresijos de la maquinaria cósmica saben que el astral está habitado por una fauna abigarrada formada por ángeles, elementales, demonios, desencarnados, muchos de ellos poseídos por un afán de entrar en comunicación con el ser humano. Unos porque se aburren, otros porque quieren acelerar nuestra evolución, otros para sentirse vivos, otros aún para hacernos la pascua, o bien para consolar a un familiar vivo etc.. Etimológicamente, demonio viene de luz. Este tipo de ángeles, aunque fueron relegados a "segunda división" por negarse a participar en las tareas de creación del universo, son infinitamente superiores al ser humano en nivel evolutivo y en conocimientos. Acudir a los Archivos Akásicos en busca de información sobre nuestro pasado, nuestro presente e incluso futuro es para ellos un juego de niños.
Según afirman quienes han profundizado en este tema, estos ángeles caídos hicieron un pacto con el Creador para evitar la destrucción de su alma, a la que estaban condenados: ellos se prestaban a ser nuestros instructores, aunque por la vía rápida, con métodos expeditivos de los que suelen dejar cicatrices en el alma o en el cuerpo. Cuando haya concluido nuestro periodo de instrucción, es decir, cuando llegue ese final de los tiempos, que se supone que será cuando hayamos alcanzado nuestra madurez y perfección, ellos podrán liberarse de su compromiso con nosotros y reanudar las tareas angélicas que dejaron pendientes al caer al "abismo". Igual que un profesor cuando acaba el curso con un grupo determinado de alumnos. Por lo tanto, ellos tienen razones de peso para querer acelerar nuestro aprendizaje.... o nuestra destrucción. Y han calculado su "golpe" a la perfección. Conocedores de las leyes universales que nos rigen y de todos los mecanismos cósmicos y humanos, saben que si una persona - y con más razón un colectivo- cultiva la idea y le va dando fuerza día a día, esa idea se acaba proyectando en su realidad. De ello se deduce que si los ángeles de abismo logran su objetivo de que cunda el pánico, de que creamos todos a pies juntillas que la gran catástrofe es inminente, no sería imposible que así fuera. Y no han reparado en medios "para implantar esa creencia, ahí están para demostrarlo un sinfín de profecías, a cual más tremebunda.
Ello no es óbice para admitir que, efectivamente, el mal trato que estamos dispensando a Gaia y a los cuatro reinos que en ella evolucionan, mineral, vegetal, animal y humano no es un buen augurio de cara a nuestro futuro. Está clare que es urgente rectificar el tiro, pero es preferible hacerlo desde una toma de conciencia, desde la comprensión, por amor, no por temor a un cataclismo. El reino divino, el de los ángeles superiores, es el del supremo Amor, y en él no caben las amenazas, sino una infinita paciencia e indulgencia para con nuestros yerros. Huir de los agoreros del Apocalipsis, de los catastrofistas profesionales parece ser pues a todas luces la actitud más recomendable.
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